No te sueltes





Pablo conoció a David en un verano infernal. Hacía demasiado calor como para caminar con normalidad.

Cuando Pablo salía del trabajo recibió un mensaje de David. Sí, un mensaje y no un WhatsApp. David tenía su propia forma de comunicarse y también una tarifa de mensajes gratis. 'Te espero en la colina a las 18.00'. 'Vale, allí nos vemos'.

Pablo estuvo puntual como un  reloj suizo. David se acercaba con paso ligero.
-¡Hola! Te me adelantaste.
-Me gusta llegar a tiempo a todas partes.
-Ya veo.
-¿Quieres hacer un pic-nic? He traído cerveza beer fresquita y jamón y queso.
-¿Un pic-nic aquí? ¿Tú y yo?
-Exacto.

Pablo se empezó a poner nervioso. La velada transcurrió tranquila, desde la colina podía verse cómo el río que partía en dos la ciudad. 

-Pablo...
-Dime.
-Nada, déjalo. Da igual.

David miró a los labios de Pablo. Era la mirada de te-voy-a-dar-un-beso-así-que-por-favor-no-te-apartes. Así lo hizo. Pablo se retiró unos segundos.

- David, yo no soy...
- Perdona, no debí lanzarme.
- ¡A la mierda!

Pablo se acercó a los labios de David. Esperó unos segundos. 'Ven', dijo. Se fundieron en un beso lento, de esos que deseas que los segundos se paren o retrocedan.

Pablo volvió a casa confuso y pensativo. Era la primera vez que se besaba con un chico. Era la primera vez que sentía que las mariposas revoloteaban en su estómago. La electricidad por todo el cuerpo. El despertar de los sentidos muertos. 

Hoy David y Pablo cumplen dos años juntos y recuerdan aquel comienzo con cariño. Celebran su amor con orgullo. Mostrándolo sin tapujos, sin temor a las miradas indiscretas, a los gestos de odio, a la intolerancia. David y Pablo celebran su amor cada día cogiéndose de la mano.

Y no soltándose.